Puesto los ojos en ÉL. |
Por Rodolfo Tum
Para muchos, servir a Cristo en la alabanza o en cualquier otro ministerio es sinónimo de viajes, lujos; eventos grandes y exitosos, andar con los mejores o conocer gente famosa. Que todo es alegria, que todo es color de rosas, ya no se habla de que seguir a cristo es sufrir: llanto, dolor, tristeza, rechazo, muerte, engaño, etc.
Para muchos, servir a Cristo en la alabanza o en cualquier otro ministerio es sinónimo de viajes, lujos; eventos grandes y exitosos, andar con los mejores o conocer gente famosa. Que todo es alegria, que todo es color de rosas, ya no se habla de que seguir a cristo es sufrir: llanto, dolor, tristeza, rechazo, muerte, engaño, etc.
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En
este texto, quiero abriles mi corazón, quiero compartir algo de mi vida; mi
vida musical/ministerial o como quieran llamarlo. Empecé en el ministerio
de alabanza de mi iglesia, a los dieciséis años aproximadamente, tenía la idea
de que solo era cantar y tocar mucho, por lo que me sentí alguien especial,
alegre, eufórico, alguien a quien admirar ( y no soy tan bueno en la guitarra),
no lo decía, pero eso sentía en mi corazón. Cuando nos tocaba dirigir la
alabanza, sentía que tenía que hacer algo genial, para que el público e iglesia
reconociera lo que Dios hace en mí, más que placer de servir una vez más a Dios
y ser un instrumento en sus manos, yo diría que era buscar llamar la atención:
vanagloriarme.
Creo
que no pueden negar que se siente bonito, cuando la gente aplaude algo que
haces bien, cuanto te dicen; tocas bien, cantas bonito, ¿Cómo lo haces?, eres
genial. Esto pasa cuando hacemos las cosas con el fin de ser reconocido.
Siempre estaba ilusionado y emocionado, alegre de poder tocar en la iglesia una
vez más (así decimos los guatemaltecos). Quería demostrar lo que Dios estaba
haciendo a través de mi, a mi manera; Dios me usaba, pero en ese entonces solo
buscaba los beneficios de sus manos, y no su rostro, es decir; me gustaban los
elogios que me daban los hermanos, y lo ocultaba con un “a Dios sea la gloria”,
sentía que yo era el que estaba logrando eso con mi esfuerzo propio. Que
ignorante fui.
Nos
invitaban a cantar en otros lugares, en eventos grandes, donde llegaban jóvenes
de diferentes lugares, y es una sensación algo emocionante, porque muchos me
verían ministrar. El tema de conversación siempre era: toquemos lo mejor que
podamos, hagámoslo bien, avivemos este lugar, y decíamos; “wooow” que
gente, vamos por mas, en nuestros pensamientos rondaba lugares grandes,
estadios, iglesias grandes, solo era cantar y cantar mucho, pensábamos que
adorar era solo cantar tres canciones rápidas y dos lentas, con tal de
hacerlo bien, basta. No había Lugar para Dios, es decir; hacíamos lo que
nosotros queríamos, lo que nos daba gusto, lo que nos satisface, y no lo que
Dios quería hacer a través de nosotros en esos momentos, porque pensábamos más
en lo que dirían la gente. Solo pensábamos que alguien viera que somos
“geniales”, para que después nos invitaran y estar en diferentes lugares, sin
preguntarnos, si es lo que Dios quería para nosotros.
Paso
el tiempo así, hubo un tiempo en donde le prestamos más atención a las
invitaciones y quitamos la atención a las participaciones en nuestra iglesia, y
creíamos que las invitaciones eran señales de parte de Dios que todo estaba
bien. Cuando salíamos, nos tocaba compartir con otros ministros de alabanzas,
hablábamos con ellos lo genial que es tocar. Hablábamos que algún día íbamos a
ser como los grandes músicos, viajar en países; en el mundo entero.
Excusándonos que nuestro sueño era llevar la palabra de Dios en el mundo
entero, a través de la música, dormir en hoteles, tener comodidades, compartir
escenario con otros músicos conocidos y que Dios nos usaría grandemente,
llenábamos nuestro ego con palabras vanas, pensábamos que con eso podíamos
inspirar a otros jóvenes y que ellos hagan lo mismo. Por mucho tiempo no
escuche a alguien decir lo contrario, todos queríamos cumplir lo que nosotros
soñábamos, pero nos habíamos olvidado de lo que Dios quiere, los sueños de Dios
en nosotros. Todo lo mencionado, no lo reflejaba en público, pero
eso vivía dentro de mí. Que Hipócrita fui.
Me
había desenfocado de la verdad, buscaba más la gloria de los hombres, que la de
Dios mismo. Mi sueño era; viajar, grabar discos, cantar mucho, ser reconocido.
Me había olvidado de lo que Dios me había encargado; mi propio ser, mi casa, mi
familia y mi iglesia. Porqué de que sirve cantar ante multitudes, si lo que
Dios te dio no está ordenado, ni salvo. Pero a Dios gracias tuvo misericordia,
los sueños que tenia antes murieron, ahora son los sueños de Dios que
viven en mi, y trato la manera de llevarlos a cabo, con tal de verlo sonreír.
y que diga: este es mi hijo.
Mientras
hay gente que quiere ser famoso en la tierra, quieren tener su cara en la
portada de un Cd. Quieren tener sus nombres en los afiches de los congresos,
quieren que alguien de la iglesia los reconozca, hay gente que busca la
aprobación de su rostro y no solo los beneficios de sus manos. Porqué vale más
ser llamado: Verdadero, por Dios, que ser exitoso en la tierra. (Marco
Brunet).
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Hoy
en día, muchos ministros viven así, sueñan con ser alguien en la tierra, a
través de algo que Dios les dio, quieren impresionar a la gente y a Dios con
algo que es de ÉL. No han comprendido la responsabilidad que tenemos como
siervos de Dios, sea músico, pastor, misionero, evangelista, maestro, todos somos
siervos y tenemos la misma misión; la misión de predicar un evangelio que
cambia, que confronta, que lleve al arrepentimiento, preparar a la
novia. ( Un día participe en un concierto como invitado, mientras se
llevaba a cabo, vi a una pareja de novio, que se estaban besando en plena
actividad. y Dije: Dios, ¿Que pasa?
y
Dios me dijo en mi pensamientos: Porque solo quieren dar espectáculo,
llamar la atención, por eso no hay cambio en
esta generación). Jesús dijo: Id por todo el mundo a predicar el
evangelio a toda criatura. No creernos especiales, no ser orgullosos, no
vanagloriarnos. Sino humillarnos, como Jesús lo hizo, ser obediente en todo
tiempo, humilde, buscar siempre agradar al padre.
Dejemos
a un lado, el querer impresionar a gente, busquemos el rostro de Dios, que Él
haga su voluntad, en nuestros ministerios, porqué todo lo que hacemos, es por
Él. Dejemos de ver quien canta mejor, quien toca mejor, unámonos como cuerpo de
cristo, para marcar a una generación hambrienta de la presencia de Dios, con
procesos que traigan cambio en la mentalidad y corazón de cada uno, no con
eventos, no con música y show, Mas de él y menos de nosotros. Busquemos su
reino primero, si es su voluntad llevarnos a niveles muchos más altos, a Él sea
la gloria, pero no pensemos en eso, cuidemos lo poco que nos dio; nosotros
mismos, nuestra familia e iglesia, porque es mejor tener a salvo lo poco que te
encargó, que estar ante mucho y no tener a nadie salvo Hoy en día
sea creado estereotipos, que si eres un músico reconocido, eres un hombre usado
por Dios, pero lamento decirles que muchas veces el ser usado, no significa ser
aprobado por Dios, que seamos escogidos y no solo llamados. La
religiosidad te hace; hacer y hacer cosas, pero la vida con cristo es
diferente, es hacer su voluntad en todo tiempo.
Mateo
10 : 5-6
5
A estos doce envió Jesús, y le dio instrucciones, diciente: Por camino de
gentiles no vayáis, en en ciudad de samaritanos no entréis,
6
sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Claramente
Jesús nos enseñó, que primero tenemos que salvar
y asegurar lo que nos encomendó primero. No hacer cosas por
hacer, hoy en día muchos ministros fracasan, gastan dinero
en Cd, vídeos, publicidad, etc. Porque no es lo que Dios les mando hacer,
salen desilusionados en su presencia.
Muchas
veces vamos a eventos y decimos: vamos a conquistar Guatemala, Honduras,
México.. ¡Utopía! Esta generación no se va a rendir ante unos cuantos que van a
eventos con luces, música, espectáculo, show y buen sonido, el mundo
llena eso cada día con cientos de eventos, con la
mejor tecnología. Esta generación no se va rendir ante Dios, cuando
cada uno nos levantemos y conquistemos nuestros instintos, pasiones y
dominarnos a nosotros mismos, prepararnos, después nuestra casa,
nuestra iglesia y de ahí nuestra ciudad.
Una generación que domina su ser, va conquistar una nación,
gente que domina su entorno va poner patas arriba a una nación, porque
todo se empieza consigo mismo.
Proverbios
16: 32
Mejor
es el que tarda en airarse que el fuerte, Y el que se enseñorea de
su espíritu, que el que toma una ciudad.
"Lo
que funciona en la casa, funciona en la ciudad".
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Marcos Brunet
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