NO DIGAN QUE FUI BUENO

A los que rescata, empieza a vivir en ellos. 
Por Aixa López. "Corazón de papel"
Adaptado por Rodolfo Tum

Hoy que estoy lleno de vida, y en mis cabales, quiero pedirles anticipadamente un favor, antes de mis servicios funerales. No se asusten que  no tengo nada, no hay un diagnóstico, ni una mala corazonada.

Es que nos pasamos la vida viendo que otros mueren, y nos hacemos los locos y nos sorprendemos, como si a nosotros no nos tocara.

¿Por qué será que nos creemos invencibles y eternos? Nos sentimos demasiado en casa, en este cuerpo muerto.
Antes que venga mi turno, les dejo algo en claro. No se me pongan serios, que para llegar al cielo estamos.

No vayan a dar un discurso que solo cuente mis triunfos y aciertos. Eso jamás daría honra a mí o a mi  Maestro.
¡Qué cursi!  Y que incompleto. Si alguien se atreve, tienen mi permiso de darle un buen cuentazo y luego un abrazo de mi parte, para que vea que aprecio su intento.

Si todo lo que fui, es alguien “buena gente”, ¡Qué desperdicio de vida y que desperdicio de sangre inocente!

¿Quién necesita salvación si es que se llama bueno? ¿Qué gloria trae rescatar a alguien que no está medio muerto?

El que diga que yo decidí entregarle mi vida a Cristo está mintiendo. Él me rescató cuando mi vida valía un bledo. ¡Fue ÉL! … MI  rescate es un milagro misterio. Un corazón muerto no puede salvarse solo, es necesario un Salvador, alguien que lo haga latir de nuevo.

Jesús no era uno de mis opciones, no llegó porque yo lo llamara o para llenar mis condiciones. No había algo que yo pudiera hacer tirado en el camino… Mi enemigo me robó, de dejó gravemente herido. Yo sin moverme, sin poder gritar, sin tener fuerzas para irme a refugiar.

Pasaron otros tipos, pero sin querer arriesgar, me dejaron bien tirado y se apuraron en pasar. Pero vino mi Maestro, sus pies vi avanzar, con mi cara en el polvo, no pude ni voltear. Él se apuró a tocarme y con fuerzas me cargó, me limpió cada herida y a su asno me subió.  Mientras iba caminando, y pensó que me dormí, lo oí orando, lloraba por mí.

Yo no pude haber ganado su simpatía o favor. Era imposible, considerando cómo me encontró. Está claro que no fue mi fuerza, habilidad o mi valor lo que lo impresionó. Si paró y me dio su ayuda, pagando hasta el hospital, no es porque yo pudiera pagarle, sino porque su corazón bueno no tiene par.

Si algo bueno tengo, es que no pude esconder, mis heridas y fracasos y mi fragilidad la pudo ver. El que gana en este mundo es el que logra el éxito, pero mi éxito más grande fue haber sido hallado roto por el Rey del universo.  
Si yo hubiera tenido fuerzas, o bondad siquiera un centímetro, hubiera pensando que fue eso que lo atrajo, y no sabría que sin Él todo es un cuento.

No hay justo, ni aún uno. No digas que fui bueno, porque bueno solo hay uno. Digan que mi mayor triunfo y felicidad fue llamarme pecador arrepentido. Digan que sin ese rescate, era un hombre perdido.

Que nadie piense que me voy al cielo por lo que logre hacer, mis obras solo son frutos de que en aquel atardecer, mi Salvación llegó y me regaló lo que no merecía, vi cómo pagaba mi cuenta sin preguntar si lo valía… Eso me pegó a Él y me cambió toda la vida.

Si hice algo bueno, no me lo inventé yo, es que Él empieza a vivir en quienes rescató.

Así que no sean cuenteros y no digan que fui muy buena, que si para algo servía, era para ir corriendo a contarle a Él mis penas.
Cuente lo que pasa cuando ÉL ofrece gracia, hablen de su gloria, y del fingir que mata. Allí está la fuerza y la belleza: en la debilidad. Que nadie piense que debe arreglarse a sí mismo para venir a ganar.


Bueno solo uno, bueno sin parar. Bueno para siempre. Bueno en verdad: Dios.

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